Adicción al sexo: ¿ser insaciable es
un problema?
Los expertos tienen claro
que la ninfomanía no es un trastorno psiquiátrico y tampoco lo es la adicción
al sexo. Sin embargo, hay pacientes que buscan ayuda médica porque su
compulsividad sexual les hace infelices.
La polémica empezó cuando
Lars Von Trier dio a conocer su última obra, la saga Nymphomaniac, cuya primera
parte se estrenó el pasado 25 de diciembre en los cines entre aluviones de
críticas. Ahora vuelve a probar suerte con la segunda y última entrega.
La obra narra la vida de
una mujer, interpretada por la actriz francesa Charlotte Gainsbourgh, que
aparece retratada como ninfómana, término que solo se aplica cuando afecta al
género femenino y que en el diccionario de la RAE se refiere al “deseo violento
e insaciable en la mujer de entregarse a la cópula”.
Pero, ¿existe de verdad la ninfomanía?
En la quinta y última
edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V,
por sus siglas en inglés), la ‘biblia’ de la psiquiatría, la adicción al sexo
no aparece descrita como trastorno en ninguna de sus controvertidas páginas.
En la quinta y última
edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, la
adicción al sexo no aparece descrita como trastorno
Tampoco la edición
anterior, el DSM-IV, consideraba la adicción al sexo como una categoría
diagnóstica, aunque admitía la existencia de pacientes con malestar debido a un
patrón de relaciones sexuales repetidas, clasificándolo como ‘trastorno sexual
no especificado’.
A pesar de lo que diga el
manual, hay personas que viven su deseo sexual como un problema. “Aunque se ha
desestimado el trastorno hipersexual como nuevo diagnóstico, los pacientes
siguen yendo a consulta por un aumento en la frecuencia, intensidad de
fantasías, excitación, impulsos y conductas sexuales que les provocan malestar
significativo, deterioro social u ocupacional”, explica a Sinc Carlos Chiclana,
psiquiatra e investigador de la Universidad San Pablo CEU de Madrid.
“En la pasada década
estos comportamientos han recibido una atención creciente, pero existen aún
dudas sobre si constituye un trastorno adictivo, del ámbito del trastorno
obsesivo compulsivo o de la patología del control de los impulsos”, añade.
El término adicción,
dependencia al sexo o sexo compulsivo se aplica a un patrón de actuación por el
cual las personas buscan compulsivamente experiencias sexuales nuevas, precisan
de multitud de parejas diferentes para satisfacer sus necesidades eróticas y se
produce gran frustración cuando no consigue satisfacer su deseo.
Para Ángel Luis Montejo
González, director científico de la Asociación Española de Sexualidad y Salud
Mental (Aesexsame), la compulsividad sexual se define como una falta de control
sobre este comportamiento, lo que, indirectamente, implica una conducta
autodestructiva de quien lo padece.
“Cuando una persona se
preocupa en exceso por el sexo y continúa comprometiéndose en actividades
sexuales compulsivas a pesar de las consecuencias adversas que puede conllevar (deterioro
de su vida de pareja, trabajo, salud, libertad personal, etc.) se considera
adicto al sexo”, afirma Montejo González.
No existen datos
epidemiológicos definitivos –sí hay, por el contrario, cuestionarios y pruebas
que facilitan su diagnóstico–, pero según Chiclana, los últimos estudios
refieren que su prevalencia estaría en torno al 2% de la población.
Psiquiatras vs sexólogos
La postura de los
expertos en relación con la adicción al sexo –o hipersexualidad, un término que
suelen preferir– depende mucho de su especialidad. Mientras que la mayor parte
de los psiquiatras consultados por Sinc consideran que está fuera de su ámbito,
los sexólogos se declaran especialistas en su diagnóstico y tratamiento.
“Existe una controversia
considerable en torno a cómo debería designarse este síndrome y sobre a qué
categoría diagnóstica pertenece. El modelo que describe el origen de la
adicción es el que parece más apropiado, ya que comparte características
comunes con otras adicciones como el juego, el alcohol o las drogas”, apunta el
director científico de la Aesexsame.
La compulsividad sexual
se define como una falta de control sobre este comportamiento, lo que implica
una conducta autodestructiva de quien lo padece
Sin embargo, Miquel
Bernardo, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, proclama
que no se trata, en ningún caso, de un trastorno psiquiátrico. “Ni la adicción
al sexo ni la ninfomanía aparecen en el DSM, sino que solo son consideradas conductas
sexuales”, replica.
Otro punto de vista
sostiene Carlos Chiclana: “No es un mito, existe tanto en varones como en
mujeres”. De hecho, la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10)
–que redacta la Organización Mundial de la Salud (OMS) con profesionales de
todos los países miembros– recoge bajo el epígrafe F52.7 el impulso sexual
excesivo.
La definición de la OMS
describe que “tanto los varones como las mujeres pueden quejarse ocasionalmente
de un impulso sexual excesivo como un problema en sí mismo, generalmente
durante el final de la adolescencia o en el comienzo de la edad adulta. Cuando
el impulso sexual excesivo es secundario a un trastorno del humor o cuando
aparece en los estadios iniciales de la demencia, debe codificarse aquí”.
Aunque la especialidad
psiquiátrica no quiere oír hablar de adicción al sexo, la realidad es que hay
personas que acuden a consulta por no poder controlar su conducta sexual y
existen abundantes publicaciones científicas relacionadas –incluso una revista
monotemática, Sexual Addiction & Compulsivity: The Journal of Treatment
& Prevention–.
Cómo es un adicto al sexo
Al contrario que en la
película de Lars von Trier, el sujeto hipersexual típico suele ser un varón
joven que manifiesta un comportamiento promiscuo, compulsivo y con escaso
control durante varios años, asociado a un deterioro en el funcionamiento
interpersonal.
“En algunos casos la
interferencia sobre la vida laboral es tal que en algunos países como EE UU el
diagnóstico de adicción al sexo implica la suspensión del cargo para los
pilotos de líneas aéreas, ya que se ha encontrado una frecuente relación con
trastornos de ansiedad, estados depresivos o abuso de sustancias, lo que podría
desembocar en accidentes”, señala Chiclana.
Los varones con adicción
al sexo poseen niveles muy altos de deseo sexual y con cierta frecuencia se
asocian a actividades parafílicas como el exhibicionismo, el voyeurismo, etc.
La excitación que obtienen de las relaciones con la pareja habitual es baja,
por lo que tienden a buscar otras. Es frecuente que en periodos de estrés,
depresión o disforia, su conducta sexual se haga más exagerada.
Numerosos estudios han
demostrado que la hipersexualidad suele presentarse asociada a otras
patologías, sobre todo a la depresión mayor, las fobias y el abuso de
sustancias. También los trastornos de personalidad son frecuentes,
particularmente los subtipos paranoide, histriónico, obsesivo compulsivo y
pasivo agresivo.
Tratamiento en la
consulta
Normalmente las personas
que piden ayuda por este trastorno han desarrollado un hábito que les hace
daño. Sin que tengan ninguna patología concreta, su conducta erótica les genera
grandes dificultades en la vida diaria.
“Aunque el diagnóstico de
la hipersexualidad es muy cuestionable, sí podemos hacer caso del sufrimiento
que nos trasmiten algunos pacientes”
Porque no solo se trata
de las consecuencias adversas personales y relacionales, sino de rupturas de
familias y parejas afectivas, de disfunción conyugal y divorcios, de riesgo de
adquirir y diseminar enfermedades de transmisión sexual –incluida la infección
por VIH– y de embarazos no deseados.
“Para una buena práctica
médica es conveniente no dejarse llevar por la creencia de que en el sexo todo
vale”, asegura el psiquiatra Carlos Chiclana. “Aunque el diagnóstico de la
hipersexualidad es muy cuestionable, sí podemos hacer caso del sufrimiento que
nos trasmiten algunos pacientes”.
El tratamiento de los
hipersexuales va dirigido a frenar sus comportamientos compulsivos y mejorar
sus relaciones interpersonales. El más utilizado por los expertos incluye
consejo profesional y asistencia a programas de autoayuda basados en el modelo
de Alcohólicos Anónimos. Estos grupos son frecuentes en países como EE UU, pero
tienen poca actividad en España debido a la diferente concepción de la
sexualidad en nuestra cultura.
Ante una petición de
ayuda médica por una conducta sexual excesiva o fuera de control, los sexólogos
describen una historia clínica completa, preguntando por la sexualidad pero sin
considerarlo un tema tabú o sin relevancia clínica.
“Así evitamos
estigmatizar al paciente, que poco a poco se atreverá a relatar sus conductas
sexuales a pesar de los sentimientos de culpa, vergüenza o frustración, porque
sabrá que se le va a atender con profesionalidad y respeto”, apunta el
investigador de la universidad madrileña.
No sabemos cómo cerrará
Nymphomaniac sus cuatro horas de metraje, si su protagonista dejará de pensar
que es una ‘mala persona’, pero lo que los expertos dejan claro es que las
conductas sexuales compulsivas se pueden tratar si interfieren en el bienestar
del individuo: “La población ha de saber que tienen solución”, concluye el
psiquiatra.
Consecuencias para los pacientes
Según Carlos Chiclana,
psiquiatra e investigador de la Universidad San Pablo CEU de Madrid, los
efectos para las personas con adicción al sexo engloban varios ámbitos:
Personales: pérdida de
autoestima y confianza en uno mismo, sentimientos de incapacidad; malestar
personal; humillaciones o desprecios.
Económicas: pérdidas de
empleo; gastos de dinero excesivos o improcedentes.
Interpersonales: rupturas
sentimentales; pérdida de la confianza de alguien; dificultades en las
relaciones interpersonales; daño emocional en otros; aislamiento social;
irresponsabilidad en el cuidado de otras personas; rupturas de pareja.
Médicas: enfermedades de
transmisión sexual; relaciones sexuales no saludables físicamente; peor salud
general.
Otras: problemas legales
(denuncias, detenciones); comportamientos irresponsables; abandono de metas
importantes; expulsión de organizaciones, asociaciones u otros colectivos.